Como lo prometí antes (aunque ya
bastantes meses atrás), quiero compartir con ustedes mis vivencias en el Camino
de Santiago… el reto físico, emocional y espiritual que más ha nutrido mi vida
y que dejó a cada paso muchos aprendizajes.
“El Camino no es como me dijeron que
sería” … ese pensamiento merodeaba mi mente los primeros kilómetros del tercer
día de trayecto del Camino Portugués, desde Redondela hacia Pontevedra.
Advirtieron que por la fecha del año
era probable que nos tocaran días de lluvia, además de que dicen que “en
Galicia siempre llueve”. Así lo informaba el pronóstico del tiempo y lo
confirmaba el simple mirar por la ventana… Una nube negra sobre el hotel al
despertar, que una vez terminado nuestro desayuno se convirtió en una caída
constante de lluvia.
Después de los 2 días de Camino que
ya habíamos recorrido, empezamos a tener aprendizajes de cómo caminarlo. Te sientes
experto en muy poco tiempo. Ya sabes cómo tomar las subidas y las bajadas y ya
entiendes porque los peregrinos cargan con un bastón o bien con un palo de árbol.
Ya sabes qué calzado te acomoda mejor, ya sabes que debes aligerar tu mochila
cada vez más y haces conciencia que tu hidratación es quizás de las cosas más
importantes.
Pero cuando empiezas a caminar bajo la
lluvia los retos cambian. Lo que pones en tu mochila de espalda es muy
distinto, te preparas lo mejor que puedes. Debes tener más cuidado de no caer,
no tropezar, no resbalar. Hay que aprender aún más rápido dónde pisar, aprender
dónde vale la pena que el zapato se moje antes de tener un resbalón. Ante
circunstancias difíciles hay q saber medir las consecuencias y con ello tomar
tus riesgos.
Ese día fue uno de los más
importantes hasta ahora. Descubrí que la vida diaria está llena de “lluvias”, a
veces de tormentas. Empecé a ver con mucha claridad todas esas analogías bajo
mi nublado y lluvioso paisaje.
Descubrí que los días son más bien
décadas en nuestra vida, y que al pasar no 2 días sino 2 o 3 décadas de caminar
crees tener dominado el Camino, pero un buen día te sorprende una tormenta que
no se parece en nada a las lloviznas que alguna vez sentiste en tu joven
rostro.
El Camino no es como me dijeron que
sería…
Los que alguna vez han peregrinado o
lo que acostumbren hacer senderismo, hiking, o algo similar saben de qué hablo
y otros tantos que acostumbren vivir la vida intensamente también sabrán a que
me refiero.
Ese día fue el de más pensamientos, mayor silencio, mayor reflexión. Dentro del grupo fuimos más cordiales, con el ánimo arriba alentándonos entre nosotros, procurando el cuidado propio y el de los demás. Era una realidad, todos estábamos viviendo lo mismo y el compañerismo definitivamente nos rindió frutos pues hasta nuestro ritmo de minutos por kilómetro fue record. Quién iba a pensarlo, con la lluvia y el viento en nuestra contra, nuestro desempeño fue mejor. Aprendimos más e inclusive nos divertimos más.
El Camino no es como me dijeron que
sería… fue aún mejor… porque ese día
terminé “empapada de aprendizajes”… siendo tres de ellos los más importantes:
Cuidado
aquel que no llegue con los zapatos BIEN MOJADOS al final de su vida. Tienes
que salir aún con más fuerza los días lluviosos de tu vida. Salir de tu zona de
confort, salir de tus problemas, salir y descubrir que hay otros caminos y que
las oportunidades se vuelven infinitas. Hay que atreverse y pisar más fuerte. Mientras
más cerca de la meta estés más te atreverás a pisar los charcos.
Las lluvias no son eternas. Cualquier situación que estés viviendo, cualquier tormenta en tu vida, terminará. Tú decides si caminas como yo en los primeros kilómetros de lluvia en Galicia, viendo mis zapatos y repitiendo sin sentido “odio mojarme… odio mojarme”… o bien, caminas como mi esposo quien desde el amanecer decidió ponerse shorts (contraria a mí que tenía pantalones largos – según esto – impermeables) y que sus piernas se empaparon al primer minuto, pero que estuvo muy contento diciendo “hay que aprovechar, mañana ya no va a llover”. ¿¿¿Aprovechar???. Sí, aprovechar… pues las lluvias no son eternas. Ese día mi esposo me dio una gran lección de ACTITUD, que sutilmente me había estado demostrando durante los meses anteriores. Ese día, bajo los chorros de agua que corrían por sus piernas, me confirmó que gracias a él y a su grandiosa actitud nos habíamos mantenido a flote ante la tormenta de nuestra vida.
Mi
tercer aprendizaje tiene que ver con mi madre quien ante cualquier frío, viento
o lluvia siempre me ha dicho “tápate bien el pecho”.
Siempre el pecho antes que los pies o cualquier otra parte del cuerpo. Mucho
tiempo pensé que era por los pulmones, pero ese día comprendí porqué…. En el
pecho está el corazón y mientras tengas el corazón bien cuidado y sano podrás
recurrir a él para auto-sanarte, para auto-curarte y para seguir adelante. No
importa que situación vivas nunca permitas que tu corazón se dañe lo suficiente
como para no tener amor propio y auto-compasión. Mi madre es una sabia y toda
su vida ha estado cuidando de mi corazón.
…
Son las 12 del día, la lluvia más fuerte ya pasó.. Se oye a lo lejos un gallo despistado que apenas ha visto un poco de luz y solo se oye su peculiar kikiriqueo gallego entonando " buen camino, peregrino".
Hemos llegado con energía a
Pontevedra y Jose María nos ha dicho con su buen humor de siempre "¿y si
adelantamos camino de mañana? … así, hasta con suerte, se me secan las
zapatillas deportivas"
Mi último pensamiento del día: Parar y disfrutar el hoy. Hay que dejar “secar los zapatos” antes de adentrarnos a otra aventura. Igual con el corazón. Hay que dejarlo procesar los sentimientos y emociones vividos, mientras nos deleitamos con el espectacular paisaje que la lluvia dejó para nosotros.
Con los pies bien mojados y el corazón
muy calientito,
La mamá de Mia <3
@VidaMiaDM
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