domingo, 4 de octubre de 2015

El rescate del hermano mayor


Él fue el primero en saberlo. Sabía que no sólo habían pasado un par de semanas desde que lo dejamos con su entrenador para ir a nuestro mágico viaje de aniversario, sino que también sabía que algo nuevo y diferente había en el ambiente. Nuestros zapatos delatan nuestros pasos por las calles de Chicago, pero no era lo único que llamaba la atención de Sparky... Él sabía perfecto que a aquel viaje nos fuimos 2 y regresamos 3.

Durante mi embarazo Sparky cuidó de Mia y de mí. No era para menos, eso es lo que hacen los hermanos mayores ... y los que son peludos y con un olfato infalible, inclusive más.

Cuando una mujer se embaraza todo su entorno cambia y la vida ya no la ves igual. El instinto de protección se desarrolla de una manera tan abrupta que pareciera que el tener éxito en el cuidado de los hijos es la única tarea que te hará valer como persona. Esto aplica inclusive para aquellas que tenemos “perrhijos”, pues el cuidado de nuestros peludos parece ser, a veces, la razón de nuestro existir.

Así fue entonces que estando en el hospital y a pesar de la aturdidora noticia de que Mia había fallecido, mi instinto de cuidado no dejó de trabajar y pensé en Sparky… ¿Quién le iba a dar de comer si nosotros estaríamos en el hospital algunos días?, pero más importante aún ¿Quién le iba a explicar lo que pasó?, ¿Quién le iba a asegurar que volveríamos?. Afortunadamente mi suegra y mi cuñada pudieron cuidar de él yendo 2 veces al día a alimentarlo y también a consolar su repentino abandono.  ¡¡Una vez más Sparky había sido rescatado!!

Volvimos a casa, con las cenizas de Mia en las manos, con el corazón roto y con las ilusiones en el suelo, pero al abrir la puerta ahí estaba mi peludo adorado con su peculiar forma de exaltarse y vivir sus emociones ... Ningún ladrido ... Sólo saltaba encima de mí como cobrando todos los saltos y empujones que me debía no sólo de los últimos días que estuvimos en el hospital, sino todos esos meses que tuvo un cuidado especial hacia mí mostrando toda la delicadeza posible.

Era bueno sabernos en casa y parecía que lo más difícil ya había pasado, pero no era así, el duelo a penas comenzaba y la tristeza también alcanzó a Sparky. Se hacía hoyos en las patas de tanto lamerse por el estrés. Nunca se separó de mí. Quería estar conmigo, quería decirme que él también lo sentía y también le dolía la pérdida, pero sobretodo le dolía verme tan triste, vernos distanciados como pareja. Su manada, su familia, ya no estaba unida y Sparky no dejaba de recorrer la casa viendo que los dos estuviéramos bien, que los dos simplemente estuviéramos presentes aunque fuera cada quien en nuestro rincón.

Un día lloré tanto que salió corriendo por todos lados de la casa en señal de pedir ayuda, habrá pensado que me iba a morir de tristeza y desolación... De hecho fui yo la que pensó que eso me iba a suceder. Los hoyos en sus patas crecieron y empezaron a sangrar. No dejaba de lamerse y ante cualquier sollozo intensificaba sus lamidos. A cada lágrima me sentía culpable.

Tuve que luchar por empezar a salir adelante. No podía quedarme cruzada de brazos viendo como “el hermano mayor” vivía a su manera la pérdida y se causaba daño. Me esforcé mucho. Al principio me escondía de mi perro para llorar hasta que aprendí a convertir mi tristeza en una caricia para él, aprendí a transformar el amor de una manera muy tangible y noble. En verdad, me esforcé mucho.

La primera vez que de manera espontánea volví a cantarle a Sparky, que me descubrí bailando frente a él mientras entonada esas canciones sin sentido que me encanta inventar a diario, supe que él me había ayudado a salir adelante. No había marcha atrás. Había una luz dentro de mí que volvía a brillar. Sparky vio esa luz al mismo tiempo que yo descubría que vale la pena seguir viviendo y siendo feliz, porque hay alguien dispuesto a escuchar mis desentonados cánticos, alguien moviendo la cola dispuesto a salir a recorrer el mundo conmigo, alguien esperando escuchar que es el más hermoso y peludo hermano mayor que Mia podría llegar a tener.

Gracias pequeña MIA por hacerme ver que no fui yo la que rescató a Sparky de una vida difícil en la calle abriéndole las puertas de nuestra casa, sino que es él quien me salva y me acompaña a diario durante este proceso de duelo, así como en las pequeñas pérdidas que encaro cada día, recordándome que vale la pena vivir ésta, la VIDA MÍA.

A pesar de las pérdidas que tengan en su vida, no dejen de buscar que su luz interna vuelva a brillar. Tomen de la mano (o de la pata) a ese “hermano mayor”, quien quiera que tenga este rol en su vida y rescátense mutuamente transformando todo el amor que haya dejado a su paso la pérdida que los une.

Brillando con intensidad nuevamente.
La mamá de Mia <3 

@VidaMiaDM 



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